Alexander Payne no es un cineasta al uso, eso seguro. Es de los que “cuentan” historias e intentan no caer en los sobreexplotados clichés del cine actual. He visto la mayoría de sus películas (Election, Entre copas, A propósito de Schmidt) y todas ellas me han gustado moderadamente, aunque nunca pasarán a engrosar la lista de mis films favoritos. La alabadísima Los descendientes ha causado en mí una sensación similar. A pesar de haberme gustado, creo que está sobrevalorada.El argumento nos traslada a una Hawai muy diferente a la que estamos acostumbrados a ver en la gran pantalla. Aquí no vemos celebraciones “luau” (así se llaman las fiestas hawaianas), danzas exóticas ni coloridos collares de margaritas. Matt King (George Clooney) es un abogado cuya mujer acaba de sufrir un accidente y se encuentra en coma en el hospital. Él deberá hacerse cargo de sus dos hijas: la adolescente rebelde Alexandra (Shailene Woodley) y la pequeña Scottie (Amara Miller), que está realmente lejos de ser una niña ejemplar. Además, descubrirá un secreto que escondía su mujer y deberá decidir qué hacer con las tierras que él y sus primos han heredado de sus antepasados. Vamos, que al hombre se le acumulan los marrones.
Una cosa sí tengo clara. George Clooney interpreta el papel de su vida. Tras comenzar su carrera en abominables películas de serie B, saltar a la fama catódica con Urgencias y labrarse un nombre como uno de los actores de más éxito del panorama actual (incluso ha hecho varias incursiones como realizador), el carismático Clooney se encuentra en el punto álgido de su carrera. Puede conseguir su segunda estatuilla y sin duda, realiza una labor sublime, haciéndome olvidar que ostenta el dudoso honor de haber protagonizado la peor película de Batman de la historia. Bromas aparte, Clooney está digno de aplauso y resulta tan creíble como el resto del cast, del que destacaría a sus dos hijas: la prometedora Shaile Woodley (hasta ahora conocida por su rol en Vida secreta de una adolescente) y Amara Miller, que aporta momentos cómicos a una trama eminentemente dramática. Y es que, a pesar de su fuerte carga dramática, Los descendientes no está concebida para hacer llorar al espectador e incluye diálogos hilarantes y personajes graciosos (mención especial para Sid, el “amiguete” de la hija mayor).
Los descendientes es, ante todo, una película sobre la familia y las complicadas relaciones entre padres e hijos, un retrato diferente con el inconfundible sello de Payne, que basó su guión en la novela homónima de Kaui Hart Hemmings. Bien escrita, bien interpretada, bien rodada… A pesar de todo ello, Los descendientes no ha conseguido cautivarme como lo hizo The Artist. En mi opinión le falta ese ingrediente mágico que convierte algo bueno en algo perfecto. Veremos qué opina la Academia.
lunes, 6 de febrero de 2012
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