(Casi) todos tenemos un vecino amable. Ese que te hace
sonreír -al menos durante unos minutos- contándote una historia a menudo
insignificante. Pues eso es lo que ocurre con Ruby Sparks.
Leer la sinopsis del film puede provocar prejuicios entre
ciertos espectadores. Y es que, Ruby
Sparks se centra en un joven escritor falto de inspiración que ve cómo su
creación literaria (una muchacha de buen ver llamada Ruby) se convierte en
realidad. ¿Lo ves? Probablemente hayas pensado que se trata de una película
simplona, una comedia romántica de usar y tirar que podría estar protagonizada
por la rutilante estrella hollywoodiense de turno. Pues no.
Ruby Sparks es el segundo largometraje dirigido por Jonathan Dayton
y Valerie Faris, que impresionaron a crítica y público con su debut, Pequeña Miss Sunshine. El guión corre a
cargo de Zoe Kazan (nieta del director Elia Kazan), que se guarda un goloso
rol: el de la Ruby del título. El otro protagonista de la cinta es Paul Dano,
pareja de Kazan en la vida real y que también formaba parte del elence de Pequeña Miss Sunshine. Vamos que todo es
como si una gran familia hubiera decidido juntarse para una barbacoa y acabaran
haciendo una película muy superior a la media.
Sin duda una de las bazas del film es la apariencia
“corriente” del protagonista, alejado de los estereotipos de la industria y
todos esos galanes perfectos que hacen que las mujeres piensen que sus novios
son unos auténticos pringados. Nada de eso, en este caso y puestos a comparar,
la gran mayoría de novios saldrán ganando.
Bien escrita, bien interpretada, bien filmada, poco
pretenciosa y con ese toque tan “cool” que caracteriza a las películas de corte
independiente que nos han llegado recientemente, me resulta difícil sacarle
pegas a Ruby Sparks. Y por si todo lo
anterior fuera poco, el reparto se completa con secundarios de lujo como
Antonio Banderas (¿alguna vez conseguirá desprenderse de su acento?), Annette
Bening, Chris Messina y Elliot Gould, que para mí siempre será el padre de
Monica y Ross en Friends.