miércoles, 22 de junio de 2011

Pequeñas mentiras sin importancia, cine francés y del bueno

Pequeñas mentiras sin importancia lo tiene todo. Te hace reír, llorar e incluso pensar. A priori, que el metraje de una película supere las dos horas es, cuanto menos, peligroso. Cuando las luces se encienden, el aire acondicionado cesa y el acomodador te invita a dejar la sala llega el momento de hacer balance: ¿ha merecido la pena o realmente he perdido más de dos horas de mi vida? En este caso diré que la elección fue totalmente acertada. Para empezar reconoceré que las películas generacionales siempre suelen ser de mi agrado. Pequeñas mentiras sin importancia bebe de filmes emblemáticos como Reencuentro de Lawrence Kasdan, Beautiful Girls de Ted Demme o Los amigos de Peter de Kenneth Brannagh, sólo que con un toque “à la française”.

Cada año, un grupo de amigos se reúne para pasar unos días en la casa de la playa de Max (François Cluzet), el dueño de un exitoso restaurante, y su mujer Véro (Valérie Bonneton). Pocos días antes de iniciar las vacaciones, Ludo (Jean Dujardin), uno de los integrantes del grupo, sufre un grave accidente de tráfico que lo deja postrado en una cama. Aún así, sus amigos deciden seguir adelante con su idílico viaje. Allí se destaparán esas “pequeñas mentiras sin importancia” que existen en todo grupo de amigos.
El tercer largometraje como realizador de Guilaume Canet (pareja en la vida real de Marion Cotillard, una de las protagonistas) camina con paso firme, y sin tropezar, entre la comedia y el drama. Destacaría el impactante comienzo y algunos momentos desternillantes, como la sorprendente confesión de Vincent (Benoît Magimel) a Max, Antoine (Laurent Lafitte) con sus SMS o Max y su obsesión por las comadrejas -y por todo en general-. El emotivo speech final de Jean-Louis (Joël Dupuch) da qué pensar y no deja impasible a nadie. Por si esto fuera poco, el buen rollo existente entre los intérpretes en la vida real se refleja en pantalla. Los actores están todos en su sitio, destacando al histriónico François Cluzet y a la últimamente omnipresente Marion Cotillard, que no está tan dulce como en Midnight in Paris. Los personajes están muy bien desarrollados, especialmente los masculinos.

Aunque algunos críticos la han calificado de excesiva, la selección musical, compuesta en su mayoría por antiguos hits que todos conocemos, me ha parecido realmente acertada. Tenemos un ecléctico mix de canciones que incluye temas de Anthony and the Johnsons, Bonnie Tyler, David Bowie o Nina Simone. Lo que menos me ha gustado es el desenlace, excesivamente lacrimógeno para mi gusto, teniendo en cuenta que últimamente mi umbral de la sensibilidad no es muy elevado que digamos.

Con todo, diría que Pequeñas mentiras sin importancia es una película a reivindicar que no olvidaré fácilmente.

domingo, 19 de junio de 2011

Hanna: thriller+cine de autor+cuento+videoclip

Resulta francamente difícil definir la película Hanna. Tal vez la calificaría como un oscuro cuento de hadas moderno, con toques de la saga Bourne y aire videoclipero. Uno de esos filmes extraños que suelen recibir el aplauso de la crítica y provocan reacciones diametralmente opuestas entre los espectadores. Debo admitir que a mí no me gustó demasiado, probablemente esperaba mucho de ella; la encontré un tanto pretenciosa, carente de ritmo y a medio camino de todo.

Nos quedaríamos cortos si dijéramos que Hanna (Saoirse Ronan) no se corresponde con el prototipo de chica adolescente actual. Criada en una aislada cabaña de Finlandia por su padre (Eric Bana), ex agente de la CIA, ha sido entrenada para defenderse de los “malos”, especialmente de Marissa Wiegler (Cate Blanchett), una agente de la CIA que, definitivamente, no es trigo limpio. En su huída hacia Berlín, Hanna visitará rincones tan dispares como el desierto africano o Andalucía.

Todo el film se centra en la persecución a Hanna. Desde luego, la muchacha es lista a rabiar y posee más fuerza y maña que muchos mamporreros oficiales de la gran pantalla. La jovencísima Saoirse Ronan borda su papel y me atrevería a presagiar que en un futuro no demasiado lejano será una de las actrices más prestigiosas del celuloide. Eric Bana y Cate Blanchett también cumplen (lo que, por otro lado, no es ninguna sorpresa), aunque el personaje de la australiana sea realmente detestable. Pensándolo bien, Hanna tenía todos los ingredientes para ser de mi agrado: actores solventes, un director (Joe Wright) interesante, una premisa inicial original, escenas de acción perfectamente coreografiadas, una estética cuidada al milímetro… Entonces, ¿qué ha podido fallar? Tal vez la culpa fuera mía y estuviera más preocupado de que no se me cayera ninguna chuchería (quien dice chuchería dice “Chaskys”, “Jumpers”, etc) al suelo que de la intensa vida de la protagonista. Probablemente un segundo visionado me sacaría de dudas.